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18.Dic.2010 / 08:00 am / Haga un comentario

Grano de mostaza

En instantes apremiantes de incertidumbre, normalmente escuchamos una expresión del alma en aquellas personas que se encuentran conmovidas por alguna experiencia de vida: “La esperanza es lo último que se pierde”.

Indudablemente que esta actitud transeúnte indica un estado de ánimo de profunda nostalgia del corazón humano; pocos han sabido expresarla en su infinita magnitud. El gozo, la alegría y las risas son tan naturales y comunes como la nostalgia, la angustia y la ansiedad. La esperanza también es una compañera de viaje de nuestra jornada terrena, y por ello está presente en todo momento de felicidad o pesar. La vida en sí misma es un milagro y la esperanza tiene un cometido que cumplir en ella. El pesar y dolor del alma no tienen medicamentos del mundo, sino los de Dios. Detengámonos por un instante sobre esta frase para tratar de hacer emisión sobre nuestra inquietud, mientras estemos en camino, mientras seamos viajeros sobre esta tierra de gracia, llevaremos con nosotros una melancolía de origen divino por la hermandad de los hombres y la paz de la humanidad.

Como hermanos enfrentamos unidos, una vez más, la situación que afecta a nuestro País, pero agradecemos a Dios contar con un líder que nos guía y sabiamente cargado de fe, esperanza y amor ejecuta acciones para que el pueblo reciba con afecto. Estamos en tiempo de Navidad que significa momento de gozo, de sentimientos profundos de renacer y meditar sobre las múltiples posibilidades que nos brinda el porvenir cada vez que termina un año. La natividad de Jesús es una fiesta hermosa de infinitas reflexiones y bienaventuranzas. En la misma magnitud hoy nos encontramos ante uno de los grandes misterios de nuestras creencias. Principio y fin, Alfa y Omega, nacimiento y muerte unidos en la resurrección de Cristo crucificado. Así como nos preparamos cada 24 de Diciembre para el nacimiento del Dios que se hizo niño; cuando la racionalidad de los cristianos se pone a prueba, cuando vivimos la fe en que Dios Único y Todopoderoso se hizo ser humano al salir del vientre inmaculado de una mujer; en Cristo sepultado, descubrimos que Dios es capaz de resucitar lo que ha muerto. El mensaje de la resurrección del Galileo tiene un valor incomparable al que puedan tener los mensajes de otros profetas. La actuación salvadora del Hijo de María y José tiene un valor muy distinto al que pueden tener las de otros liberadores bíblicos. Dios no ha resucitado a cualquier profeta o a cualquier liberador. Dios ha resucitado en Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre, Hijo de la humanidad. Con la resurrección El Señor nos ha mostrado parte de su infinito poder.

En esta época navideña, permítenos Señor Jesús, estar en tu presencia para que nos llenes de Ti y del gozo de tu triunfo sobre las miserias y la muerte. Que podamos aumentar nuestra pobre fe como un grano de mostaza. Que Confiemos en que Tú nos guiarás en esta reflexión y en toda nuestra vida, para sentir como hombre o mujer nuevos el fuego de tu amor; para que nos entreguemos a Ti sin reservas y nos quemes con tu Espíritu Santo las debilidades y cobardías que cada día mostramos impotentes ante las injusticias y pecados. Enséñanos para darte a conocer mejor a nuestros hermanos, descubrirte cada vez más y ser instrumentos de tu amor. ¡Jesús de Nazaret es Dios, sigue viviendo, no ha muerto y es el Redentor de los pueblos! ¡Adelante Comandante Supremo de los ejércitos! ¡Viva la revolución bolivariana cristiana y socialista!, declarada a favor de la esperanza y del amor.

William Fariñas

 

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