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7.Nov.2014 / 08:07 pm / Haga un comentario

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Tenemos más de 800 años celebrando la navidad. Fue precisamente San Francisco de Asís, quien promocionó estas fiestas para conmemorar la maravillosa natividad de Jesús Redentor de los pueblos. La cristiandad acogió esta celebración con distintos matices culturales de expresión y religiosidad que se ha expandido por toda la tierra. No obstante es pertinente mencionar que la humanidad tenía siglos preocupándose por exteriorizar momentos excelsos de felicidad durante ciertos lapsos del año. En la antigüedad se celebraban distintas solemnidades asociadas al ciclo solar de siembras y cosechas. Hoy en día, el tema de las fiestas de fin de año no ha logrado una definición consensuada, inclusive más bien, en las sociedades occidentales se asocia a un determinado umbral económico como fundamento sustantivo de la felicidad navideña. Apenas faltan pocos días para la llegada del mes de diciembre con sus acostumbradas  festividades. Es la temporada de mayor demanda comercial, en la cual más se gasta y adquieren innumerables mercancías, bienes y servicios. En  la sociedad capitalista,  esta época acarrea un  consumismo excesivo y desenfrenado para la supuesta satisfacción esperada. Se ha considerado que   la ansiedad decembrina  denota rasgos colectivos y  de alguna manera se distorsiona la realidad de la espiritualidad navideña. Observamos previamente como  la dinámica mediática y la propaganda comprometen la conciencia, los bolsillos y los compromisos emocionales para distribuir los recursos, sueldos y aguinaldos obtenidos. Muy poca motivación se dirige al ahorro y la previsión.  Adquirir los bienes de consumo expresan un valor de signo en el posicionamiento del ego y su culto al dinero. Tenemos en que gastar y consumir; y gracias  a este eventual fetiche nos podemos complacer e imitar la felicidad. En consecuencia la felicidad responde a relaciones mercantilistas que se orientan por el dinero y la mercancía.  La satisfacción y la bendita felicidad se hallan entonces, a través de la simulación e imitación de lo real, más que a través de la misma realidad. Tenemos que superar esta trampa consumista, que tratará de ahogar cualquier momento reflexivo personal y familiar. Qué nuestro Dios de los tiempos, nos ilumine ante esta conducta social referente de  la navidad. Venceremos.

 

 

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