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5.Dic.2011 / 07:04 pm / Haga un comentario

Indudablemente que los seres humanos queremos la felicidad. Muy pocos niegan este postulado. La mayoría de las creencias supremas e infinitas de la vida y la transcendencia se inspiran en principios y valores de bien; aun las posturas acérrimas del individualismo y ateísmo que centran sus energías en lo personal y su desarrollo particular, para ellos también la felicidad es una búsqueda compartida. Nadie es feliz absolutamente solo y en sí mismo, sino se tiene a su lado alguien con quien compartir sentimientos y acciones de gratitud y amor. La humanidad esencialmente es gregaria, es un convivir eterno y consecuente. Cada niño, joven o adulto, necesita en la profundidad de su cuerpo, alma o espíritu, ser amado por, para y con el otro. Es más, la autentica felicidad se percibe cuando también en algún grado sabemos y sentimos que los seres queridos con quienes vivimos gozan de las modestas bondades y dones de la felicidad. Observamos por todos lados a gente, que con mayor o menor riquezas o humildad es feliz al lado de los suyos. Esas sensaciones de relativo bienestar no responden a estratificación social ninguna, ni etaria, ni estatus socioeconómico. En este contexto ubicamos a la paz y el respeto sagrado a la vida. Si bien es cierto que ha mediado del siglo XX, producto de las abominables guerras mundiales, la humanidad congenio unos postulados de paz y respeto a los derechos humanos; observamos lamentablemente hoy, que hasta la misma Naciones Unidas permean resoluciones guerrerista y de violencia de Estado contra pueblos inermes ante el poder de naciones hostiles. De igual manera, captamos que mueren a diario millones de seres humanos en los barrios más pobres de las grandes urbes del mundo ante la inclemencia de la violencia, el crimen organizado, el narcotráfico, el abuso extremo de armas de fuego, y la poca competencia de los organismos de seguridad pública. Hay más muertes en nuestras ciudades que en las desgraciadas guerras focalizadas que conducen las naciones más desarrolladas. Los cultores de la era mediática sienten especial predilección por la violencia y las conductas agresivas. La Tv, el cine y los videojuegos evidencian a diario lo gratificante de matar, asesinar, causar dolor y destrucción. No es fácil comprender como se promocionan aprendizajes que inducen a matar a otros semejantes con armas, misiles y bombas. Las industrias financieramente más exitosas son las fábricas de armamentos de todo tipo. Los héroes y heroínas siempre andan armados hasta en los dientes. Mas del 40% de los homicidios por armas de fuego no militar ocurren en Sudamérica y el Caribe. Solo en Brasil el 63.9% de las muertes violentas son producto de esta situación. Esta gran Nación hermana transita por una política y conducta social del desarme. La sociedad brasileña está haciendo de esta temática un asunto de alto interés para el Estado .Nuestro pueblo venezolano en su sencillez y alegría no está salvo de estos desmanes, somos optimistas para retomar auténticos caminos por otro mudo posible. Que centren sus esfuerzos por una vida libre de violencia criminal y guerras. Tenemos el imperativo sagrado de apostar por la vida y la paz. Nuestros jóvenes y niños no pueden seguir muriendo por este caballo apocaliptico.El control de las armas y el desarme es garantía futura para el bien supremo de la familia. Nadie está a salvo de conductas violentas, ni en los barrios, ni en las urbanizaciones, ni en las pensadas fortalezas. Muchos inocentes mueren por la abundancia de armas de fuego y el contrabando de municiones mortales. Ofrezcamos como legado a la humanidad toda, que el pueblo venezolano se anote a favor de la paz y al desarme. Es un desafío que muy bien nos puede unir a todos. Venceremos.

 

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