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La universidad es un espacio sublime para fomentar y fortalecer la esperanza. Es una oportunidad de vida compartir en colectivo la posibilidad de crecer como seres humanos y construir nuestros sueños de formarnos como profesionales y ciudadanos. Si bien es cierto que a estos recintos egregios pueden acudir cualquier persona de diversidad etaria, estoy convencido que cuando un joven, muchacho o muchacha, deciden tomar este camino académico también crean una atención positiva en sus padres, demás familiares y amigos; quienes expectante siguen sus pasos hasta alcanzar felizmente esta sabia meta. Sabemos que no es una senda fácil, en virtud que los sacrificios personales de los estudiantes demandan niveles máximos de exigencias y compromisos con sus profesores, compañeros y autoridades. Si bien es cierto que la juventud tiene sus propios criterios y visiones del mundo para cuestionar el paternalismo excesivo, nosotros los padres y docentes no dejamos de verlos como hijos que siempre contaran con nuestra protección y ayuda. Por muy académica y normativa que sea una universidad siempre debe estar presente su interés especial de proteger los sueños y esperanzas de los más jóvenes. Culturalmente la universidad como institución ha transitado por los cambios de una sociedad machista y patriarcal a una sociedad de justicia social y de derecho. El tema de la inclusión de la mujer en las universidades se ha dado a la par de la sociedad contemporánea. La modernidad también llegó tardíamente a las universidades, aun así se emprendió el camino hacia el logro de la ciudadanía plena para las mujeres y la oportunidad de contar con otra mirada calificada sobre la vida, los problemas sociales, la historia, las artes y las ciencias. De hecho, quedo en el olvido y en pocas mentes y conductas obtusas las dudas sobre la inferioridad intelectual de las mujeres, al demostrar las primeras universitarias que eran competentes en sus actividades académicas, con mucha creatividad y disciplina superior a sus pares masculinos. Los estudios sobre la mujer y el género son un desafío a las tradiciones escolásticas, han significado un avance en la comprensión de las dimensiones subjetivas y de construcción social de las identidades, en sintonía con los debates internacionales sobre las feminidades, las masculinidades, la diversidad sexual y la condición de género. Lamentablemente en algunas universidades coexisten estas realidades hostiles de reglamentos que violan los derechos humanos de los estudiantes y en especial se aplica violencia institucional contra las mujeres. La investigación sobre la violencia en el país, y en particular la violencia en las relaciones familiares y de pareja, lo mismo que el maltrato infantil, se ha fortalecido con la contribución de mujeres profesionales e investigadoras, quienes no sólo interpretan esos temas desde perspectivas científicas, sino que construyen alternativas de intervención preventiva, remedial y promueven reformas legislativas para evitar la violencia institucional de las universidades y otros entornos contra la mujer. Como blindaje histórico la mujer venezolana cuenta con una Ley que tiene por objeto garantizar y promover el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, creando condiciones para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus manifestaciones y ámbitos, impulsando cambios en los patrones socioculturales que sostienen la desigualdad de género y las relaciones de poder sobre las mujeres, para favorecer la construcción de una sociedad justa democrática, participativa, paritaria y protagónica. ! Viviremos y Venceremos!