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14.Ago.2015 / 10:20 pm / Haga un comentario

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Uno de los grandes aportes a la humanidad de Jean Jacques Rousseau (Ginebra Suiza, 28 de junio de 1712-Ermenonville Francia, 2 de julio de 1778) fue fortalecer la concepción revolucionaria que la política es esencialmente humana, con todos sus valores trascendentales y profundos para construir otras realidades posibles de la soberanía popular, la libertad y el contrato social; donde las bajezas ocuparían un lugar subalterno en las relaciones entre los ciudadanos y la dignidad personal fuera equivalente de la igualdad. Estos principios teóricos políticos permitieron desarrollar la aceptación prácticamente universal de la soberanía como el poder originario del pueblo y su libre autodeterminación. La soberanía popular es fuente de todo el derecho y autoridad democrática de las repúblicas. Una República es una unidad histórica de costumbres y hábitos de vida en común, cuyos integrantes acuerdan formar un Estado para gobernarse entre ellos en forma soberana, sin otro poder por encima de la majestad del mismo pueblo. De hecho, el pueblo constituye el Estado y tiene la potestad republicana de controlarlo, asimismo puede si lo cree conveniente refundarlo de acuerdo a sus necesidades y demandas constitucionales. Al mismo tiempo, el pueblo ejerce un gran poder moral y ético sobre los individuos, solo compensado entre ellos por la reciprocidad de la situación consciente de éstos. El derecho a la libre determinación de los pueblos garantiza la decisión sobre su estatus político o Estado. Esto significa: el derecho absoluto que tiene un pueblo a decidir sobre la organización estatal de su existencia política. El derecho a la libre determinación ordena la vigencia del principio de soberanía popular y abarca el poder constituyente del pueblo. Un elemento cohesionador de la soberanía popular es la conciencia. La conciencia se define en términos generales como una propiedad natural por la cual las cosas se mantienen unidas, igualmente por el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno social, cultural, histórico y territorial del lugar donde se nace o vive; no obstante también se refiere a la moral o bien a la recepción normal de los estímulos del interior personal y el exterior vivencial. La conciencia implica varios procesos cognitivos interrelacionados de sí mismo y de su intercambio con el entorno. Se refiere al saber de sí mismo, al conocimiento que el humano tiene de su propia existencia, estados o actos. Conciencia se aplica a lo ético, a los juicios sobre el bien y el mal de nuestras acciones. Una persona «de conciencia recta» no comete actos socialmente reprobables. Los seres de luz y paz recomiendan que para alcanzar la grandeza hay que ser útil, cortés y servicial; no parece idóneo anotarse en la iniquidad. Es preferible el esfuerzo, la disciplina y el trabajo. La injusticia es tan natural como el odio, la intriga y la soberbia; de esas realidades también está lleno el mundo. En su obra póstuma e inacabada «Ensoñaciones del paseante solitario» (Les Rêveries du promeneur solitaire 1782) el filósofo Rousseau nos recomienda que no utilicemos mucho tiempo de nuestra concentración en engancharnos en ese campo minado de la inequidad, que ha dejado a muchos lisiados por las miserias del oportunismo y las bellaquerías por mantenerse en el poder. El amor es una virtud suprema que no es débil y nunca perece. La revolución bolivariana es una revolución de amor. Venceremos.

 

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